4 de julio de 2014

Fútbol y política.

Por: Pedro Gonzalez.

El partido en los cuartos de final del mundial de Brasil entre Colombia y el equipo local, tiene ingredientes que no se limitan al tema estrictamente deportivo. Cuando salten los dos equipos al césped del Estadio Castelão, Fortaleza, dos países estarán pendiente del resultado para ver quién celebra, pero a su vez, dos proyectos políticos se verán beneficiados o perjudicados dependiendo del resultado.



Por un lado, este año Brasil enfrenta un proceso de elecciones presidenciales, donde la actual Presidenta, Dilma Rousseff, espera ser reelegida. Pues bien, el panorama para su reelección no es el mejor, su popularidad ronda entre el 35% y el 40%, y la  intención de voto para la contienda de octubre,  se encuentra en un 39%. Mientras tanto,  su principal rival, Aécio Neves, del Partido de la Social Demócrata,  según las encuestas realizadas por firmas locales, nada mal si tenemos en cuenta que faltan varios meses para las votaciones.

Adicionalmente, Brasil enfrenta una ola de protestas que iniciaron en Rio de Janeiro y Sao Paulo, y que se han extendido a otras regiones del País. La razón, quejas en el mal servicio del transporte urbano, y los altos precios del mismo. Sin embargo, como en toda movilización social, los manifestantes expresan otro tipo de demandas, incluso, se quejan del costo elevado de la realización del mundial, el cual, según los cálculos ronda los 15.000 millones de dólares.

Tal situación social pone en riesgo la reelección del Dilma, y  el destino de la selección de Brasil en el mundial también compromete el ánimo de los brasileños y con ello las posibilidades de que el Partido del Trabajo siga en el poder.

Por su parte, en Colombia la situación es poco distinta, el Presidente Santos ya logró su reelección y digamos que por ese lado no tiene ninguna dificultad. El tema es otro, Colombia hoy vive un proceso de negociación entre el gobierno y las guerrillas, negociaciones que buscan poner fin a un conflicto de varias décadas y que ha dejado millones de víctimas.

Sin embargo, la sociedad se ha dividido, se encuentra polarizada frente a los que apoyamos al Presidente en tan importante empresa, y los que presentan serias críticas al proceso y se oponen de manera decidida, ese sector encabezado por el uribismo.

Pues bien, en ese nivel de polarización los dirigidos por el argentino Pékerman, han hecho que la mayoría de los colombianos, por no decir todos, giremos en torno a esos muchachos. Cuando suena el himno en tierras de la samba, atrás quedan las diferencias políticas, y cuando la selección hace un gol, todos nos unimos en un abrazo sin importar absolutamente nada.

Es ese símbolo de unidad que representa la selección es clave si se quiere tener éxito en un proceso de paz, la selección puede jugar un papel fundamental, tal y como sucedió en Costa de Marfil.
Cuando suene el silbato el próximo cuatro de julio, a las tres de la tarde hora de Colombia, millones de colombianos y brasileños estaremos comiéndonos las uñas y haciendo fuerza por nuestras selecciones para que pasen a semifinales. Pero más de uno, entre ellos Dilma, estarán pensando en algo más que fútbol.

De mi parte, que gane el mejor, y el mejor es COLOMBIA.

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