En 2012, entre el último día de septiembre y el primero de octubre, el
Centro de Medellín se vio paralizado por una protesta que era un amasijo
de vendedores ambulantes y de agentes oportunistas de la ilegalidad. El
comercio organizado tuvo que cerrar, mientras que en las calles los
manifestantes se enfrentaron a la autoridad con palos, piedras,
cuchillos e incluso armas de fuego.
Así asomó, entonces, la punta
del iceberg del témpano a la deriva en que ciertos "parapoderes"
quieren convertir el Centro de la ciudad. Anteayer este diario navegó
por un pedazo de ese mar de ilegalidad en que se está hundiendo aquella
zona, tan histórica y tan definitiva para trazar los planes de nuestro
desarrollo urbano. El panorama: inquietante.
El principal y más
denunciado fenómeno de "seguridad y control territorial" es el de las
llamadas "Convivir". El rezago de esas cooperativas conformadas por
civiles, con armas cortas y equipos de comunicación, que se atribuyeron
en otros años el combate contra la delincuencia, y que degeneraron en
redes criminales vinculadas al paramilitarismo y a las mafias del
microtráfico urbano e incluso de la piratería musical y editorial.
Hoy
persisten varias de esas cuadrillas sin control alguno de la
Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada, que ofician como
células rectoras de la economía informal y que además cobran a sectores
del comercio formal cuotas y colaboraciones que, a la luz de principios
elementales del derecho penal, no son más que extorsiones impuestas por
la fuerza.
Esas bandas, en apariencia asociadas a la prestación
de servicios de seguridad, carentes de documentación y existencia legal,
se han hibridado, se han mezclado con otros agentes generadores de
violencia y delincuencia urbanas. Están presentes y son responsables de
modalidades sofisticadas de agenciamiento del crimen: del expendio de
drogas ilícitas, de la venta de celulares y repuestos automotores
robados, de las redes de prostitución, incluso de menores, de la
piratería de productos, del "arriendo" del espacio público, del
"impuesto" (microextorsión) a los vendedores informales de cachivaches,
de los "permisos" para el hurto simple en las calles... Las mal llamadas
"Convivir", entonces, están gerenciando y recibiendo dividendos del
amplio espectro de la delincuencia y de la gente de bien, en una zona
clave.
La respuesta de las autoridades municipales se percibe
general, vaga, como la existencia misma de un plan específico de control
y seguridad para el Centro de Medellín. Aceptan, además, que hay
presencia de grupos ilegales asociados a las superestructuras del crimen
que son "la Oficina" y "los Urabeños". Pero rechazan las tratativas,
entre esas facciones, para un supuesto "pacto del fusil", que incluso ya
estaría roto.
Dicen los responsables de la Seguridad que
seguirán en contra de "la delincuencia organizada de la ciudad". Una
criminalidad que, al 8 de julio, en 2014, provocó 70 homicidios en el
Centro, el 12 por ciento de los ocurridos en todo Medellín. Allí, igual,
se escenifica el 22 por ciento de las diferentes modalidades de hurto.
Esa tarea de "recuperar el Centro" de la que ha hablado el alcalde Aníbal Gaviria,
de la que advirtió desde 2012, cuando esos actores de la ilegalidad se
enfrentaron a la Policía y obligaron a cerrar las puertas del comercio
organizado, hasta ahora se siente lenta y limitada.
Por eso los
ciudadanos de Medellín esperan que allí haya Gobierno, el que le
corresponde a la entidad a la que le atribuimos tal deber: la
Administración Municipal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu opinión, todas son válidas en el marco del respeto.