27 de junio de 2014

1914: ¡Felices obreros alemanes!

Tomado de sinpermiso.info

La huelga del Vaterland (Patria), un paquebote alemán más grande que el Titanic, ¿podría haber cambiado el curso de la historia? Inaugurado el 3 de abril de 1914, este transatlántico, orgullo de los astilleros Blohm & Voss, de Hamburgo, podía embarcar a más de 3.500 pasajeros. Desde su primer viaje a Nueva York, se multiplican las huelgas a bordo, que duran hasta agosto.
La tripulación reivindica un aumento de salario, pero también quiere manifestar sus ideas antiimperialistas, pacifistas y revolucionarias, las de un movimiento sindical anarquista minoritario, próximo al ala izquierda (la de Rosa Luxemburg) del Partido Socialdemócrata alemán (SPD). Si la huelga hubiera desbordado el Vaterland y se hubiera extendido, ¿habría podido detener la guerra?     

Absurda hipótesis, dicen los historiadores desechándola. pues nunca se planteó tal cosa. Apenas empezada, la huelga es condenada por el SPD y las organizaciones sindicales cercanas al mismo, como la potente Federación de Trabajadores de Transporte. ¡La opinión obrera alemana está entonces bien lejos del Vaterland! “Lo que se escuchaba la víspera del conflicto era más bien: «Huelga general, idiotez genera»l”, recuerda el historiador René Lasserre. “En aquel entonces, lo que sobre todo no quieren los obreros alemanes es ser derrotados por ese régimen autocrático y arcaico que es Rusia, lo que echaría por la borda sus conquistas sociales”, añade su colega Alain Lattard.

“Cuando los socialdemócratas votan los créditos de guerra, en agosto de 1914, quieren salvar el progreso social alemán”, insiste René Lasserre. Alemania es en ese momento el país más avanzado de Europa en este terreno. Ya ofrece a los obreros un seguro de accidentes de trabajo (obligatorio desde 1884), jubilación y seguro de invalidez, así como seguro de enfermedad  (obligatorio desde 1889). En Francia, el seguro de enfermedad no se impondrá más que a partir de 1930 y la protección contra los accidentes de trabajo, en 1946.

Desde luego, este modelo social es todavía embrionario. La jubilación es sólo teórica: la edad de comienzo son los 70 años, cuando los obreros viven de media 45 años. Con todo, Alemania se ufana de su escaparate social, promocionado con carteles durante la Exposición Universal de San Luis (en los Estados Unidos) en 1904. Sin detenerse, apoyada por los progresos científicos y tecnológicos, la imagen de la industria alemana cambia. Aunque los ingleses habían inventado el concepto de “made in Germany” para denigrar a los productos de baja gama de su competidora, la idea se vuelve en su contra, convirtiéndose en sinónimo de calidad e innovación.

Sin embargo, al principio, las leyes sociales de Bismarck, jefe de gobierno entre 1871 y 1890, no habían sido vistas con buenos ojos por los obreros, pues se dirigían en primer lugar contra los socialdemócratas. El padre de la realpolitik ejecutaba lo que hoy se calificaría de triangulación. “Bismarck 
pone fuera de la ley a los socialistas, pero crea la seguridad social para evitar la revuelta”, así lo resume René Lasserre. La apuesta era de envergadura. Al contrario que en Francia, donde los campesinos, habiendo obtenido tierras tras la Revolución, continuaron en el campo, en Alemania afluyen hacia los nuevos centros industriales, donde se apiñan en condiciones a menudo miserables. En Berlín, en 1900, el 43% de las familias obreras viven en una sola habitación. Entre 1882 y 1907, se dobla el número de obreros industriales, del comercio y del artesanado (de 4,8 millones a 10,6 millones).

El SPD ignora al principio las reformas bismarckianas, que le hacen el juego al capitalismo, pero éstas no le impiden ganar influencia. En 1912 es el primer partido del Reichstag, con más de un tercio de los escaños. No participa, sin embargo, en el gobierno. Paralelamente, se desarrolla la potencia del movimiento sindical. En 1914, los sindicatos agrupan a 2,5 millones de miembros, es decir, un tercio de los obreros (en Francia, la CGT cuenta entonces con 700.000 afiliados). Esta red, muy estructurada, aporta un apoyo decisivo a los huelguistas en sus contiendas contra los industriales y mejora la vida cotidiana de los obreros, con sus bibliotecas, sus asociaciones deportivas, una prensa obrera, cajas de solidaridad. Existe una fuerte conciencia de clase, lo que causa temor en el poder. En 1911, el Estado alemán extiende las ventajas sociales a los empleados, con más generosidad incluso, a fin de que no caigan del lado del SPD y los obreros.        

En conjunto, en 1914, el contrapoder del movimiento obrero es en Alemania incomparablemente más fuerte que en los demás países europeos. “Sólo en la ciudad de Berlín el SPD tiene más afiliados que los partidos obreros en toda Francia; y en Hamburgo, hay más que en Italia entera”, señala Alain Lattard.  

“El movimiento obrero alemán era un movimiento de masas, inspirado por líderes que procedían de la base, menos revolucionarios y más reformistas que los dirigentes franceses, que eran intelectuales”, hace notar el gran germanista Alfred Grosser. “Los obreros querían en su mayoría una mejora de sus condiciones de vida, no una revolución”.   

Muchos se convencen, por otra parte, de que haciendo vencer a su país harán progresar sus derechos. Un sentimiento que sabrán explotar los gobernantes. Desde el inicio de la guerra, Guillermo deroga las leyes antisocialistas. Y en 1916, en lo más intenso del conflicto, la llamada ley de “servicio auxiliar” instaura la cogestión con los sindicatos en las industrias estratégicas. Punto culminante de una modernización social que no tendrá equivalente en el terreno político, donde perdura el autocratismo.    

Sophie Fay es redactora jefa adjunta de la sección de Economía del semanario parisino Le Nouvel Observateur

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu opinión, todas son válidas en el marco del respeto.