Esto
es como un huracán permanente: el Congreso tiene un ritmo frenético que
no me imaginé, y que ha sido así especialmente agitado en las semanas
recientes. Desde cuando el Gobierno puso en la agenda el trámite de la
reforma para el equilibrio de poderes, la reforma tributaria, el
presupuesto de 2015, el Código de Policía, el fuero militar o la ley de
baldíos, entre otras iniciativas.
Desde
entonces parece que en el Congreso no se hablara sino de los proyectos
del gobierno. Y sí se habla, pero se le escucha menos que cuando propone
temas sustanciales como la crisis de la salud, cómo podemos ser la
nación más educada o cuáles son las inversiones que necesitamos para el
posconflicto.