Por: Jorge Gómez Pinilla
“Se le dijo, se le advirtió, se le recomendó, pero no hizo caso…”
Peraloca, personaje de Hebert Castro
En
el debate preelectoral de Caracol donde Luis Carlos Vélez asumió el
odioso rol de prefecto de disciplina, Óscar Iván Zuluaga dijo algo en
apariencia intrascendente, pero de profundo contenido subliminal:
“gobernaré con la ayuda de Dios”.
Justo el día anterior le había alzado la voz al candidato presidente, durante el debate en RCN, después de que este lo trató de títere de Uribe: “usted a mí me respeta, doctor Santos”.
Justo el día anterior le había alzado la voz al candidato presidente, durante el debate en RCN, después de que este lo trató de títere de Uribe: “usted a mí me respeta, doctor Santos”.
Esto es de genios, pero no es nuevo ni original. Lo que hace el uribismo es estudiar y aplicar las técnicas de propaganda que en su momento adoptó el nazismo antisemita alemán que llevó a Adolf Hitler al poder en 1933 y lo mantuvo allí hasta los días de la hecatombe en 1945. La diferencia más notoria está en que aquí no sería un movimiento antisemita sino antiguerrilla, donde lo que para Hitler fueron los judíos para Álvaro Uribe son “los terroristas de la FAR”. Pero coinciden en que Uribe carga con su propio Joseph Goebbels, quien para el caso que nos ocupa también se llama José (Obdulio Gaviria), genuino ideólogo del mal llamado Centro Democrático y cerebro gris del expresidente paisa, hoy propietario, artífice y dueño de los derechos sobre la marca Óscar Iván Zuluaga, ahora reconocible como “Z”.
La situación sin embargo no se presta
para chistes ni odiosas comparaciones: los resultados electorales del
pasado 25 de mayo indican que Colombia está ante el inminente peligro de
avanzar hacia el abismo aferrada a la mano de Álvaro Uribe, “con la
ayuda de Dios”. Lo triste es que algunos medios quizá confundidos de
buena fe (como en la Alemania pre nazi) siguen en el papel de ingenuos
pregoneros de esa extrema derecha rabiosamente guerrerista e
identificada con una Z que ayer fue U, y que por coincidencia gráfica
–no sabemos si intencional- se acerca ya a la cruz gamada (卐).
La ingenuidad de los medios está en que por ejemplo gradúan de
‘polémica tuitera’ a una señora histérica como María Fernanda Cabal,
cuya más conocida tarea en su faceta de senadora ha sido la de ensuciar
el agua de la política donde se bañan los tuiteros, escupir sobre la
tumba de nuestra más grande gloria nacional, Gabriel García Márquez, y
tildar de guerrilleros a los que no viven en el centro del país porque
no votaron por Zuluaga.
Hoy Colombia está ad
portas de un ‘golpe de Estado de opinión’, donde el comandante en jefe
del uribismo y demás fuerzas oscuras, alentado por el triunfo que en
bandeja de urnas le entregarán unas masas adocenadas, tendrá carta
blanca (y negra) para doblegar a la justicia –si es el caso por la vía
militar, que le marcha al dedillo- e imponer la impunidad sobre los
delitos que se le imputan tanto a él como a la camarilla que lo acompañó
en sus ocho años de gobierno, muchos de cuyos integrantes son
investigados o pagan penas de prisión por sus comprobados delitos.
Pero
volvamos al primer párrafo de esta columna, donde se identifican los
dos principales elementos de los que se ha valido la bestia para calar
en el imaginario colectivo y controlar la psiquis de sus fervorosos
seguidores, como en su momento lo hizo Hitler: el hombre religioso que
invoca a Dios y pone a su gabinete a rezar el rosario tras el triunfo de
la Operación Jaque, y el hombre guerrero: “usted a mí me respeta,
doctor Santos”.
Preguntémonos cuántas veces en
su carrera habrá empleado Uribe su famoso “usted me respeta”, y
encontramos la última en una entrevista radial con Vicky Dávila (“tú me
respetas”), cuando esta la pedía con insistencia las pruebas de su
acusación contra Santos por el supuesto ingreso de dos millones de
dólares a su campaña del 2010. Y ocurrió justo el día en que Zuluaga usó
el mismo estribillo, no porque Santos lo hubiera sacado de casillas
sino porque estaba contemplado en el libreto: “indignarse en algún
momento del show”, o algo por el estilo.
Esto
no es gratuito ni coincidente, sino la puesta en escena de una tramoya
en la que sus ‘creativos’ sondearon el alma y las pulsiones del
colombiano promedio y encontraron que este le rinde culto al bravucón
porque revela carácter y don de mando, como también al que se declara
devoto de la Virgen y de la Santísima Trinidad y del hermano Marianito,
bajo el entendido implícito de que todo creyente es por antonomasia un
hombre bueno.
Es por ello que cada cierto
tiempo Uribe desliza eso de decir que “soy un guerrero”. Él sabe que
así, de modo subliminal, le llega al corazón de la gente que en las
películas asimila al guerrero con la condición de héroe: un héroe que
invoca al Altísimo y por tanto adquiere la jerarquía de Mesías o
caudillo en una cruzada contra las fuerzas del mal, identificadas en las
FARC y en todo lo que se oponga a su cosmovisión ortodoxa, radical,
ultra católica y militarista. Y cualquier parecido con el general
Francisco Franco es clara coincidencia religiosa e ideológica, como lo
es “del mismo modo y en sentido contrario” con otro fiel aliado de su
causa, el procurador Alejandro Ordóñez.
El gran
peligro para nuestra maltrecha democracia reside en que si Óscar Iván
Zuluaga fuera elegido presidente, no sería este quien controlaría los
hilos del poder sino un individuo sub judice, categoría colindante con
lo penal que adquirió en el ejercicio soberbio de un poder omnímodo, que
le sirvió hasta para nombrar a reconocidos criminales como Jorge
Noguera en la dirección del DAS o a Mauricio Santoyo como su Jefe de
Seguridad en la Presidencia, y donde una práctica genocida como la de
los ‘falsos positivos’ (que al parecer aprobó, pues defiende a sus
autores como ‘héroes de la Patria’ y ‘perseguidos por la Fiscalía’)
sigue siendo la mancha más ominosa de su gobierno, del mismo modo que en
el de Hitler lo fue el holocausto judío.
Es por eso que este 15 de junio, Colombia está ante dos opciones:
Una:
Tropezar por tercera vez con la misma piedra, o sea regresar a la
guerra entre hermanos, a la saga funesta de un gobierno dedicado al
‘todo vale’, a cometer delitos y persecuciones (unas abiertas, otras
mediante espionaje), a seguir recortando beneficios, primas, salarios, dominicales y horas extras para beneficiar al empresariado.
Dos: Buscar la cura para todos esos males.
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