Tomado de La Silla Vacia
Guillermo Asprilla compartía con su
amigo de toda la vida Gustavo Petro el mismo modelo del mundo según el
cual los más vulnerables tienen el derecho y el deber de exigir los
mismos privilegios de los más favorecidos, y la idea de lo
revolucionario en el sentido clásico. “Ambos somos muy radicales”, dijo
un día Asprilla.
Y era cierto. Mientras que otros miembros de su círculo cercano le
pedían al alcalde de Bogotá mesura en algunas de sus medidas o se
quejaban en privado de su terquedad, un irreductible Asprilla respaldaba
sin mayores reparos todas las decisiones del mandatario. Incluso en
algunos casos fue él mismo quien las promovió.
Por ejemplo la polémica idea de terminar unilateralmente los
contratos de los operadores de Transmilenio por considerarlos onerosos
la promovió en el oído del Alcalde Asprilla, quien llegó hasta a hacerle
la petición al entonces gerente de Transmilenio Carlos García.
García se negó, pero quienes se enteraron del incidente, y no lo
tenían claro, entendieron ahí la importancia que tenía Asprilla en la
Administración. Sobre todo porque en ese momento el hombre no tenía nada
que ver con Transmilenio, sino que estaba a cargo de la Unidad Especial
de Servicios Públicos.
Guillermo Asprilla falleció ayer sábado de una enfermedad
degenerativa motora y con él se fue una de las mayores formas de lealtad
a Petro.
El inventario de fidelidades de este abogado de la misma edad del
mandatario (54 años) se remonta al momento mismo en que nació la amistad
de los dos sobre las cenizas de la guerrilla del M-19, en donde ambos
militaron.
Juntos, con buena correspondencia entre sí, una total coincidencia
ideológica y hasta personalidades parecidas, libraron batallas políticas
en el partido que nació de ese grupo: la AD M-19 y luego en el Polo
Democrático de donde salieron casi al tiempo y por los mismos motivos.
Antes habían coincidido también en la Asamblea Nacional Constituyente
en la que Asprilla participó como miembro de la comisión legislativa
especial que se conoce como “el congresito”. Asprilla -viudo, con dos
hijos, uno de ellos representante electo- era abogado y manejaba como
pocos los temas de medio ambiente, presupuesto y contratación.
Cuando Petro decidió lanzarse a la Alcaldía, abandonó una maestría
que estaba haciendo en Europa para venir a respaldar la empresa de su
amigo. Otra evidencia más de su lealtad. Y su compromiso fue tal que
cuando el mandatario fue destituido, y la enfermedad de Asprilla estaba
en una de sus etapas más avanzadas, rechazó irse permanentemente del
país a tratarse.
Así se lo contó a La Silla un político cercano a Asprilla: “Una vez
le dije ‘Guillermo, ¿por qué no te vas a Cuba a que intenten curarte?’ y
me respondió que prefería morir acá dando la pelea por la
Administración de los progresistas. Aunque se que sí viajó a Cuba varias
veces a tratamiento”.
Guillermo Asprilla fue clave en el actual Gobierno de Bogotá desde el
primer momento. Fue determinante en el empalme entre las
administraciones de Petro y de Samuel Moreno (en ese momento en cabeza
de Clara López), llegó a tener incidencia en casi todos los asuntos
importantes del Distrito, estuvo de alcalde encargado, fue el secretario
de Gobierno que pudo sacar adelante la aprobación en el Concejo del
Plan de Desarrollo de la Bogotá Humana y, como si fuera poco, pintó los
trazos del nuevo modelo de aseo.
Ese último asunto fue, de hecho, una de sus obsesiones. Asprilla es
el principal abanderado del programa Basura Cero que aspira a que la
ciudad produzca la menor cantidad posible de residuos y decía que sólo
se podía poner en práctica si cambiaba el esquema de basuras.
Hay quienes creen que incluso estaba llamado a suceder a Petro, pero
muy temprano, sin que finalizara aún el primer año de gobierno, la
Procuraduría le decretó la muerte política al destituirlo e
inhabilitarlo para ejercer cargos públicos por 12 años.
¿La razón? Hace 15 años Asprilla aceptó un poder para entablar una
acción de grupo a nombre de más de 100 vecinos del relleno sanitario
Doña Juana que habían sido víctimas de una explosión en el lugar, y en
2011 se posesionó como concejal cuando aún aparecía como apoderado de
esa demanda en contra del Distrito.
Asprilla siempre aseguró que había cedido ese poder e incluso, como lo contó El Espectador, cuando
se enteró de que su nombre seguía figurando ante el Consejo de Estado
como el abogado de la demanda, se agarró la cabeza y repitió varias
veces “¡No, no puede ser!”.
De cualquier manera, por un error que no pone en duda para nada su
preparación y honestidad (cualidades que le reconocen hasta sus
críticos), terminó abruptamente la tarea para la que Guillermo Asprilla
se preparó durante toda su vida: gobernar.
Nunca se quitó, sin embargo, su vestido de escudero fiel al petrismo y
al progresismo y ya por fuera de la Administración se dedicó a promover
por toda Bogotá una “primavera petrista” en defensa del Gobierno de la
Bogotá Humana.
“Yo creo que solamente una ciudadanía multitudinariamente movilizada
es capaz de preservar la democracia en Bogotá y en el país contra estos
peligros nuevos que afronta”, dijo en la última entrevista que le dio a La Silla.
Cargó sus banderas hasta que la enfermedad se lo permitió y uno de
sus últimos trinos le sirvió para demostrar que continuaba siguiendo el
camino trazado por Petro: “Es preferible una paz incierta a una guerra
segura”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu opinión, todas son válidas en el marco del respeto.