Tomado de El Espectador
Por Patricia Lara Salive
Librados ya del uribismo en el poder, quiero tener un gesto de
elemental justicia: defender a Clara López, quien como candidata del
Polo Democrático desempeñó un brillante papel, obtuvo en la primera
vuelta casi dos millones de votos y, después, en un acto de coherencia
política, se la jugó por la elección de Santos y, con su actitud clara,
inclinó la balanza a su favor y fue decisiva en su triunfo.
Como
se recuerda, el Comité Ejecutivo del Polo había dejado en libertad a los
miembros de ese partido para que votaran por quien quisieran, o se
abstuvieran, o lo hicieran en blanco, como el senador Robledo pregonó
que lo haría.
Sin embargo, desde cuando Clara anunció que votaría
por Santos y se comprometió a fondo para convencer a sus seguidores de
que lo eligieran a él y no al candidato de la extrema derecha, fue
duramente atacada por Robledo y por otros, quienes desde una posición
política incomprensible le criticaron que trabajara para darle el
triunfo a Santos, en lugar de votar en silencio, y no empeñarse en
evitar que se implantara un régimen represivo de derecha extrema, que
desbaratara tanto el proceso de paz con la insurgencia como las buenas
relaciones con los vecinos, recortara las libertades y no le diera
suficientes garantías a la oposición.
Los ataques contra Clara ni
siquiera se frenaron con las lúcidas declaraciones del maestro Carlos
Gaviria, de quien Robledo ha sido cercano. Gaviria, quien consideró que
la conducta de Clara era irreprochable y estaba “a tono con las opciones
señaladas por el Comité Ejecutivo Nacional del Polo”, aclaró por qué no
daba lo mismo elegir a Santos o al candidato uribista, como decía
Robledo: “convertir el Estado de derecho en Estado de opinión”, afirmó,
“degradar el Estado social a Estado comunitario amoldando el rótulo a
los intereses del autócrata, herir de muerte la independencia de los
jueces por no ceder a sus exigencias ilegítimas y vulnerar la intimidad
de los opositores mediante la interceptación ilegal de las
comunicaciones, no me parecen asuntos de mera forma”, dijo. Y agregó:
“me sorprende que haya dentro del Polo quienes apoyen las propuestas del
uribismo”.
(¡Apreciado senador Robledo, votar en blanco, en esa coyuntura, equivalía a apoyarlas!).
Ahora
que se inicia el segundo tiempo de Santos, quien, en gran parte, le
debe su triunfo a la izquierda, a los artistas y a todos los que creemos
que la clave para que este país avance está en profundizar su
democracia y no en restringirla, hay dos opciones para la izquierda: o
continúa, dentro de su partido, con su actitud de caníbal —la cual se
agudiza inexplicablemente después de sus triunfos—, y sigue afuera
oponiéndose a todo y trabajando para destruir lo que hay, o invita a
Santos a que honre el hecho de que la izquierda fue decisiva en su
triunfo, y acuerda con él, no una repartija burocrática, sino unas metas
mínimas a las cuales llegar como país, y se reserva el derecho de
mantenerse en la oposición.
¿Qué tal si los que lo elegimos, y los
demás de izquierda, marcháramos al unísono hasta lograr que, en estos
cuatro años, se firmara la paz, se reconciliara el país y se pusieran en
práctica los acuerdos celebrados con la insurgencia con miras a ampliar
la democracia, mejorar las condiciones de vida en el campo, erradicar
el narcotráfico y darle garantías a la oposición? ¿No sería ese un buen
logro después del cual todos, desde distintas orillas ideólogicas,
podríamos luchar para convencer a la mayoría de que nuestros
planteamientos son los mejores?
¿No sería esa la verdadera democracia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu opinión, todas son válidas en el marco del respeto.