9 de agosto de 2014

Medellín y su deuda histórica con los discapacitados


A los 21 años de edad, la vida le dio un giro inesperado a Jorge Alonso Ramírez Montoya.

En plena juventud una bala se apostó en una de sus vértebras y cambió de golpe los planes que tenía en su vida. "Fue muy difícil, dentro de mi inconsciencia creía que iba a morir, pues el proyectil entró por la espalda. Pero el poder de Dios, la virgen y mi familia me ayudaron".



Al recuperar la conciencia, en el hospital, una de sus primeras preguntas fue si quedaría en silla de ruedas. "Tal fue el impacto que me desplomé y ya en el suelo intenté levantarme, pero no pude, sentí las piernas entumecidas, entré en crisis, perdí el aire", dijo.

Aunque el proceso no fue fácil, el paso del tiempo, el apoyo familiar, un amigo cercano y la posibilidad de ser padre lo motivaron para emprender un camino que implicaba aprender a valerse solo.

Después de la etapa del duelo vinieron la rehabilitación y el encuentro con el deporte que no solo lo motivó sino que lo llevó a ganar torneos especiales para personas con discapacidad.

También encontró una opción laboral, pues estaba sin trabajo. Jorge descubrió una oportunidad en el mercado, en su trasegar diario, ante la falta de asesoría para la compra de sillas de ruedas y también de servicios de mantenimiento.

Ahora, a sus 42 años, con su microempresa, tiene 4 empleados más 6 plazas indirectas.

Sueños y logros alcanzados
Cuando era niño una enfermedad impactó inicialmente el ojo derecho de Jorge Zamarra Mejía y entre los 7 y los 12 años perdió totalmente el ojo izquierdo. El efecto: una discapacidad visual total.

"Tuve que asumir una nueva condición de discapacidad con unos cambios en la historia de vida. Adaptarme a la integración escolar fue muy difícil, aunque había iniciado los estudios en un colegio de ciegos y sordos. Estuve en tres colegios durante cuatro años".

Cuenta Jorge que cuando veía por uno de sus ojos, el trato de las personas que lo rodeaban era normal, pero al quedar con discapacidad visual total, la situación cambió. "Todos, familia y amigos, tratan de ayudar, pero se comportan diferente con nosotros".

Pujanza, resistencia y resiliencia, ese esfuerzo que se da a pesar de las dificultades fueron y son motores, que le han permitido adaptarse a un mundo diferente y salir adelante.

Jorge estudia noveno semestre de Planeación y Desarrollo Social.

Cuenta con orgullo que ya son varios los sueños cumplidos, entre otros, una casa propia y próximo a alcanzar su grado universitario.

Viviendo la ciudad
¿Cómo vive una persona con discapacidad en Medellín? Para Jorge, no todos requieren ayuda en todo momento. "Necesitamos apoyo en las vías de mayor congestión. Hay huecos, gran cantidad de vehículos, no hay semáforos sonoros y no hay guardas de tránsito".

También, dice, es un problema caminar en las estaciones de metroplús y en general en los sitios donde hay mucho ruido. "Nosotros vemos con los oídos", anota Zamarra.

Para el concejal de Medellín, Álvaro Múnera, también discapacitado, por mucho que se pretenda y se adelanten iniciativas, Medellín no es accesible del todo por la topografía de la ciudad.

Diego Echeverri, arquitecto de la U. Nacional, apunta que es vital que una ciudad tenga las condiciones para que las personas en las diferentes etapas de la vida o situaciones pueda hacer uso de ella. Es clave pensar en un diseño universal. Que la arquitectura o las reformas a realizar no sean para un público específico, sino que beneficien a todos. En su concepto, debe irse más allá, pues existen unos manuales, normas técnicas y acuerdos municipales, pero hay falencias en la obligatoriedad de implementarlas y en el aspecto técnico establecido. Se trata de seguir unos lineamientos, pero estos no están muy bien definidos y dejan mucho a nivel interpretativo, acota.

Para el arquitecto Juan Pineda, el transporte público es una de las barreras más importantes, ya que en Medellín, un elevado porcentaje de personas con movilidad reducida vive en las zonas periféricas, a donde no llega el metro. Las ofertas de transporte existente no facilitan el desplazamiento hacia los lugares de trabajo o a los demás servicios que la ciudad ofrece, dice el arquitecto. Agrega que por su bajo presupuesto, la única manera de desplazarse es el transporte público y este no cumple con las expectativas.

En cuanto al espacio público, la ciudad ha venido construyendo sus andenes con rampas ubicadas en las esquinas.

Pero lo que podría calificarse como un avance en inclusión, para el arquitecto Pineda, se trata de obras mal construidas: "Hay una diferencia de nivel entre la rampa y la calzada vehicular que en algunos casos alcanza 6 centímetros. La desigualdad debe ser cero". Algo similar ocurre, según el criterio de Pineda, con las franjas táctiles construidas como guía para invidentes. "Están interrumpidas en ciertos puntos, lo que no permite orientación. Hay barreras que bloquean el paso"

Tomado de elcolombiano.com

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