Tomado de Semana
Por: Maria Jimena Duzán.
Si fuera por
la claridad de las ideas expuestas en los debates, Clara López debería
haber sido la candidata más votada en esta primera vuelta. Pero
lastimosamente este país no está atrapado por las ideas sino asediado
por una ultraderecha que quiere volver al poder para refundar la patria.
La gran sorpresa es la altísima votación que ha tenido la ultraderecha
uribista en todos los estratos, pero sobre todo en los altos y medios,
donde Uribe ha ido recapturando adeptos mostrando que tiene la
posibilidad de llegar a ganar en la segunda vuelta.
A ninguno de
esos nuevos votantes les importó el pasado de Uribe, el hecho de que la
mayoría de sus colaboradores cercanos estuvieran encarcelados o
extraditados por vínculos con el narcotráfico ni que hubiera intentado
quedarse en el poder luego de haberle torcido el pescuezo a la
Constitución con el articulito que aprobó la reelección. Ni siquiera les
ha asustado esta versión de Uribe 2014, sin duda mucho más radical que
la versión 2002 o 2006, en la que queda muy claro su desprecio olímpico
por la Justicia y las instituciones: si no ganamos, no vamos a reconocer
las elecciones; sí hay pruebas de que entraron 2 millones de dólares
provenientes del narcotraficante Comba a la campaña de Santos de 2010
pero nos las guardamos porque no reconocemos a la Fiscalía; si ganamos
vamos a cambiar la Justicia para “despolitizarla”. Léase para que no
quede un solo juez o magistrado que se atreva a investigar a los
familiares de Uribe ni a sus colaboradores cercanos.
¿Qué es lo
que le está pasando a la sociedad colombiana como para que un candidato
de extrema derecha esté sumando adeptos entre gente educada y pensante?
La
respuesta a este interrogante puede estar en el éxito con que Uribe ha
utilizado el método de la ‘Gran mentira’, plasmado por Adolf Hitler en
su credo autobiográfico, Mi lucha, considerado como uno de los manuales
clásicos de propaganda política. En ese libro, Hitler afirma que el
objetivo de la propaganda es convencer a las masas y ganar adeptos y que
para lograrlo había que recurrir a una mentira monumental. Hitler
sostenía que solo las mentiras descomunales y no las pequeñas eran
creíbles por la masa y que una vez escogidas debían ser repetidas una y
otra vez hasta el cansancio con el objetivo de que “la gente creyera que
el cielo es el infierno y el infierno el cielo”. De esa forma Hitler
logró montar en Alemania una poderosa coalición de obreros sin empleo,
de industriales del carbón quebrados y de financieros descontentos con
la banca judía, diez años antes de que se declarara la Segunda Guerra
Mundial y se produjera el Holocausto.
Yo no voy a cometer la
desfachatez de comparar a Álvaro Uribe Vélez con Hitler, pero sí creo
que Uribe en su forma de hacer política recurre al método de la ‘Gran
mentira’ y que su radicalización lo está convirtiendo en el líder de una
ultraderecha peligrosa sin parangón en nuestra historia. Son tres las
mentiras que han calado como un credo en todos los estratos de este
país: la primera, que Santos es un gobernante que nos está llevando al
castro-chavismo por cuenta de su decisión de abrir un proceso de paz con
las Farc.
Santos tiene muchos defectos: es un político que
siempre quiere quedar bien con todo el mundo, no se define, tiene
problemas como ejecutor y su forma de conectarse con la gente no le
ayuda para comunicar ni siquiera sus aciertos. Podrá ser incluso un
clientelista consumado, amigo de los Ñoños impresentables de la
política, pero lo único que no es, es castro-chavista. Santos es un
hombre de derecha, que detesta el marxismo y que es moderadamente
reformista. La segunda ‘Gran mentira’ es que Santos le está entregando a
las Farc el país en La Habana. En realidad lo que está sucediendo en la
isla es que las Farc han acordado con el gobierno una serie de reformas
que estaban aplazadas hace 60 años por cuenta del conflicto. Eso no es
señal de ninguna entrega de Santos a las Farc, sino lo contrario. Las
reformas son para la guerrilla una traición a su credo y una señal de
que abandonaron su lucha por cambiar el modelo del Estado. Y las Farc
tampoco le ayudaron a Santos. Si lo hubieran hecho no le hubieran puesto
el freno a las negociaciones en La Habana, como erróneamente lo
hicieron. La tercera ‘Gran mentira’ que ha montado es que toda
investigación de la Fiscalía, toda denuncia en los medios contra su
campaña o contra miembros de su movimiento o sus parientes, es un
complot. Esa es la mentira más monumental de todas porque les abre el
peligroso camino para que si ganan cambien de fiscal, de magistrados en
las cortes, y refunden la Justicia a su medida. La Justicia la
utilizarán para su venganza y para imponernos su ética de cómo hacer
periodismo, mientras nos vuelven a chuzar y a convertir en blanco de
amenazas y de señalamientos de ser auxiliadores del terrorismo.
El
antídoto para derrotar esa propaganda de la ultraderecha no son los
ñoños, si no las ideas. Hitler decía que las personas dentro de una
masa, “son flojas, cobardes, femeninas, emocionales e incapaces de
pensamiento racional” y que había que llenarles la cabeza de esa
propaganda para impedir que pensaran y reflexionaran. Es decir, que el
único antídoto para evitar que la ultaderecha se tome el poder es
atreverse a pensar.
Si Santos no entiende este momento y ejerce
un nuevo liderazgo que lo aleje de esos grandes derrotados que hoy es su
Unidad Nacional, integrada por el Partido Liberal, Cambio Radical, y lo
que le queda de los conservadores, la ultraderecha se va a tomar este
país.
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