8 de septiembre de 2014

Cuentos Verdes



Por: Carlos Victoria



Anteponer el fenómeno del Niño y el cambio climático como los causantes de la escasez de agua y la intensidad de la sequía en distintas regiones del país, bajo calores insoportables, incendios y lluvias intempestivas, no es un problema fácil de explicar. Por el contrario, su multicausalidad apunta a la complejidad ambiental, lo que no excluye  las responsabilidades propias de la institucionalidad y el modelo de desarrollo como tal. El desastre se creó desde la irracional explotación del petróleo, carbón y bosques. La historia ambiental cuenta.




Comparto la tesis de expertos  e investigadores quienes consideran que los desastres son la consecuencia de una gestión ambiental asociada a políticas de desarrollo que en lugar de prevenirlos, los aceleran, aumentando el riesgo y potenciando la vulnerabilidad de los ecosistemas de los cuales depende, por ejemplo, la provisión de agua para el consumo humano, la agricultura y la industria. Apelar a pozos y jarillones son caras de una misma moneda.



Diversidad de investigaciones han coincidido que la conservación del agua, la cual depende de la protección de los biotopos productores del preciado líquido, como los páramos, ha sido sometida a una feroz presión por parte de la economía extractivista, sea legal o ilegal. Desde la apertura económica, la confianza inversionista y las locomotoras del desarrollo, si se quiere, se ha construido una base antiecológica que degrada la vida de los colombianos más pobres. Sumemos a esto el despilfarro y la corrupción de los recursos públicos del sector del agua potable.



La sequía y mortandad de la Orinoquía a comienzos de año, la actual en la Guajira, y la que padecen los samarios, así como la que pone en jaque a cientos de comunidades rurales y urbanas en distintos puntos de los valles interandinos y regiones montañosas del país donde el agua dominaba el paisaje, no son más que los efectos de un proceso que socava la sustentabilidad del balance hídrico. El ciclo hidrológico ha sido intervenido drásticamente por el desarrollismo que solo ve en el agua un recurso, y no un derecho de la humanidad.



Diez años atrás muchos podrían pensar que las guerras por el agua residían en la ciencia ficción. Muchos tampoco podrían imaginar que se emprenderían campañas de donación de agua, a falta de las de donación de sangre, en un país que consume cientos de litros al día por efecto de la violencia letal. Atajos como este, o los anuncios de miles de millones de pesos para “llevar agua” a la gente, solo buscan esconder la responsabilidad política de los planificadores y tomadores de decisiones. A  mi modo de ver hacen parte de un amplio repertorio de cuentos verdes.


@agendaciudadana

Tomado de http://agendapu.blogspot.com

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