Por Carlos Vicente Sánchez
Según la dramaturgia griega todos recibimos un llamado a la aventura por parte de los dioses, pero también la advertencia acerca de las consecuencias que acarrean las decisiones que tomamos como héroes. A esto lo llamaban “Peripecia”, es decir, el punto de inflexión en el que la suerte del protagonista se trunca y comienzan las desgracias que le llevarán inevitablemente a un final desdichado.
En Edipo Rey, de Sófocles, el oráculo le advierte al protagonista que él matará a su padre y se casará con su madre. Edipo trata de huir de aquel destino, abandona a sus supuestos papás, y en su escape, sin querer, cumple con su “Peripecia”. Termina asesinando a su verdadero padre, rey de Tebas y casándose sin saber, con su propia madre. Luego, Edipo que está cegado por el poder, por el amor a su pueblo, cumple con su “Anagnórisis”, es decir que revela una verdad oculta y cae en cuenta de ella: Edipo es hijo de la mujer con la que se casó, el oráculo tenía razón. Deviene el “Phatos”, que es la resolución trágica del conflicto, su esposa-madre se suicida y Edipo renuncia a su reino arrancándose los ojos.
Según Aristóteles, en ese instante el público sufre una “Catarsis”, que es la capacidad de redimir o purificar sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra. Es decir que tras caer en cuenta, entramos en una reflexión profunda y sentida acerca de nuestras equivocaciones, las cuales casi siempre son el resultado de un orgullo desmedido llamado Hybris: La manía de sentirnos en algún instante superior a los dioses, a la justicia, al amor, la vida, la comunidad, a las reglas de juego.
Si padeces de una fijación eterna por reconocer cuándo y cómo fue ese instante en el que quebraste tu destino: quedarte en una ciudad, casarte, ser corrupto, etc. entonces vas por buen camino, vas hacia la “Catarsis” y los griegos lo sabían, por eso inventaron el teatro, para que su pueblo recibiera de la manera más clara y sentida posible un aprendizaje ético de la vida. (Cosa que no hace nuestra televisión)
Casi nunca somos conscientes de estos pasos dramatúrgicos de nuestra existencia, somos ciegos a las consecuencias de nuestras decisiones más personales, y vivimos en una constante “Catarsis” provocada por el dolor de nuestra propia historia, amplificada por los medios masivos, pero sin caer en cuenta de la verdad, de esos puntos de quiebre que padecemos: poder, corrupción, odio, pasiones. Por eso hoy día nadie paga sus desmanes, y el cinismo se apodera de todo, entonces lloramos y nos rasgamos las vestiduras, pero pocas veces hacemos “Anagnórisis”, y no cumplimos con un verdadero pago por nuestros errores, “Phatos”.
Habría que preguntarle a Popeye, a Arias, a un paramilitar, a un guerrillero arrepentido o a tanto prófugo, pero ante todo a nosotros mismos, si hemos cumplido con estos simples pasos para así sanarnos ante los dioses… ¡Cómo hacen de falta los dramaturgos en este escenario!
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