Una bomba de tiempo
Los últimos acontecimientos
registrados en San Louis, Missouri en el condado de Fergueson han
puesto una vez más de manifiesto la perenne y nociva presencia del
racismo en la sociedad estadounidense. El asesinato a mansalva del joven
afroestadounidense Michael Brown por parte de un oficial de la policía
local, quien muriera en plena calle desangrado por el efecto de seis
balazos y la humillante exposición de su cadáver durante cuatro horas,
provocaron las indignadas protestas de los vecinos del lugar, quienes
fueron salvajemente reprimidos por la misma policía vestida con equipo
paramilitar y que desde vehículos blindados lanzó gases lacrimógenos,
balas de acero revestidas de goma y granadas de mano, y apuntó con armas
automáticas a los ciudadanos. Periodistas y manifestantes que
protestaban pacíficamente fueron arrestados.
Estas acciones a su vez
provocaron nuevas protestas populares, que fueron sucesivamente
reprimidas y la cadena de sucesos en creciente violencia llevó al
gobernador a llamar a la Guardia Nacional (a la cual las autoridades
locales en EEUU solo acuden en caso de emergencia) y a decretar un toque
de queda. La ciudad continuó siendo escenario de nuevas manifestaciones
de protesta y se convirtió en el foco de atención de los medios
corporativos (que al principio, intentaron invisibilizar los hechos no
reportando sobre ellos, tal como lo hiciera la CNN). La negativa durante
varios días de la policía a identificar al oficial asesino agregó leña
al fuego a la tensión social.
Todo esto se dio en un
territorio que tiene una gran mayoría de población negra (alrededor del
62% de sus ciudadanos) y en el que sin embargo sus instituciones de
gobierno (Alcaldía, Consejo Municipal, Junta Escolar) están dirigidas
por personas caucásicas que allí son minoría. El extremo ejemplo lo
presenta la policía, protagonista y causal de los sucesos, entre cuyos
cincuenta y tres integrantes, solo hay un latino y dos negros, el resto
es de raza blanca.
Esta distribución
poblacional muestra a gritos la discriminación racial en un condado
cualquiera en un estado del Sur de los Estados Unidos.
La segregación y el racismo
Ambos han sido factores
sociales presentes desde el propio nacimiento de la sociedad de los
EEUU. Los esclavos introducidos por Inglaterra como mano de obra barata
para su colonia en América fueron desde el principio considerados por
los europeos como criaturas inferiores, como meras mercancías y tratados
con absoluto desprecio desde el punto de vista social. Toda la historia
moderna de los Estados Unidos está impregnada por el racismo.
La matriz de opinión
generalizada dice que La Guerra de Secesión o Guerra Civil (en inglés
American Civil War) el conflicto más significativo en la historia de los
Estados Unidos de América, (que se desarrolló entre los años 1861 y
1865) tuvo como causa principal la liberación de los esclavos. Sin
embargo aunque la intención de Lincoln de liberarlos ya estaba presente
en su campaña como candidato a la presidencia, el principal factor que
la desencadenó fue el no reconocimiento de los Estados del Sur a su
presidencia y la formación de la Confederación separándose de la Unión
con el reconocimiento de un presidente propio autodesignado. Es recién
luego de un año y medio de haberse declarado el conflicto (en el cual al
principio el Norte llevó la peor parte) que Lincoln tuvo que reconocer
que sólo podía cambiar el estado de la guerra dándole a ésta el
significado de una lucha contra la esclavitud y así podría obtener apoyo
para la Unión tanto en el interior como en el exterior. Así, es en
enero de 1863, cuando hace pública la Proclamación de Emancipación, que
otorgaba libertad a los esclavos en todo el territorio de los EEUU,
incluyendo las áreas aún controladas por la Confederación. La guerra
tenía un profundo trasfondo económico, ya que enfrentaba los intereses
del industrializado Norte (y de sus nacientes corporaciones) a la
economía esclavista y agraria del Sur, que vendía sus productos
directamente al exterior y que además contaba con el apoyo de
Inglaterra, la ex metrópoli que veía a la pujante nación convertirse en
un peligroso competidor.
El fin de la guerra y la
liberación formal de los afroamericanos de la esclavitud no trajo la
igualdad social, las multitudes negras siguieron siendo discriminadas,
maltratadas y sobre todo segregadas en los Estados Unidos y sobre todo
en el Sur. Las llamadas “leyes de Jim Crow” fueron aplicadas a nivel de
los Estados desde el siglo XIX hasta la década de los 60 del XX como el
sistema legal de la segregación, bajo el lema “separados pero iguales”
que permitió mantener aisladas a las minorías negras en desventaja
educativa, económica y social y seguir imponiendo la supremacía blanca.
Es recién en la década de
los 60 cuando se producen avances en la situación de la minoría
afroamericana. Las intensas luchas sociales, tanto del movimiento civil
moderado encabezado por Martin Luther King que buscaba la integración
racial, como de los movimientos más radicales representados por Malcom X
y los decididamente revolucionarios como los Panteras Negras liderados
por Stockey Carmichel que proponían un nacionalismo negro independiente,
van a llevar finalmente a la sociedad de los EEUU a la aprobación en
1964 de la Civil Rights Act of 1964 (Ley de Derechos Civiles de 1964)
(Ley del Congreso 88-352, 78 United States Statutes at Large 241,
promulgada el 2 de julio 1964) por parte del gobierno de Lyndon Johnson.
Aunque aparentemente esta
Ley acababa con las políticas segregacionistas oficiales, no cambió
demasiado la situación de las grandes poblaciones negras que ya cargaban
no solo con el desprecio y maltrato de la sociedad, sino que desde su
reconocimiento como ciudadanos después de la Guerra Civil estaban
ubicadas en la parte más baja de la sociedad, desplazados social,
cultural y económicamente e integrando las clases más marginadas junto a
otras minorías. El propio Ku Klux Klan, cuyas actividades aparentemente
serían penadas por la ley, se hizo menos público pero no dejó de ser un
factor importante de apoyo al racismo, sobre todo en los Estados
sureños.
Posiblemente el
establecimiento de esta legislación y el proceso social de “avance
democrático” de los años 60 haya servido sobre todo a una minoría
(dentro de la minoría afroamericana) para tener la oportunidad de ser
cooptada por las clases dirigentes y poder integrarlas. El propio Barak
Obama es un ejemplo de esta “negritud permitida” en los altos niveles de
la sociedad estadounidense (o en el otro partido político una
Condolezza Rice, o un Colin Powell), como muestra de la estrictamente
limitada “aceptación” de las minorías en las esferas del poder.
Sin embargo las grandes
multitudes negras han seguido siendo parias en los EEUU. Durante el
gobierno de George W. Bush, lo sucedido en Nueva Orleans con el huracán
Katrina volvió a poner en el tapete (sobre todo a través de los medios)
el terrible abandono en que vive la gran población afroamericana. Las
multitudes que quedaron abandonadas a su destino en la inundada y
desolada ciudad y que no tuvieron la más mínima asistencia Estatal ni
Federal, fueron reivindicadas en A Concert for Hurricane Relief, un
concierto benéfico emitido por la NBC a nivel nacional, dónde el rapero
Kanye West se salió del guion y criticó duramente la actuación del
gobierno, llegando a decir que "George Bush no se preocupa por la gente
negra."
El propio inefable
presidente llegó a reconocer que lo de Nueva Orleans constituyó el peor
momento de su presidencia. También el reverendo Jesse Jackson afirmó en
esa oportunidad que el racismo jugó un papel esencial en la lenta
respuesta al desastre de las autoridades.
La bomba de tiempo
La situación racial sigue
siendo hoy un factor de alta tensión en la sociedad estadounidense. Los
actuales sucesos de Fergueson no son más que la punta del iceberg que
repentinamente sale a flote. Datos escalofriantes avalan aún más esta
situación. La población de los Estados Unidos está estimada hoy en
alrededor de los 320.000.000 de habitantes y la minoría afroamericana en
los 40.300.000. Los negros representan aproximadamente el 12,6 % del
total de la población, sin embargo el dato increíble es que de los más
de dos millones y medio de presos que el sistema carcelario de los EEUU
tiene, ¡el 60% son afroamericanos! El 12,6% de los ciudadanos
norteamericanos negros proporciona el 60% de los presidiarios. Mejor
muestra de segregación, de persecución de clase y de racismo no puede
darse.
En una sociedad en absoluta
crisis como la estadounidense, que además de vivir la desintegración a
nivel de los valores sociales y las instituciones, no logra siquiera
recuperarse de la situación económica que estallara en 2006, y que está
atravesada por grandes variables desestabilizadoras como el desempleo,
la crisis de viviendas o el descenso social de grandes números de sus
ciudadanos, cualquier foco de tensión puede convertirse en el detonante
de grandes explosiones sociales y hasta de una reacción en cadena que
produzca una implosión de todo el sistema. En este caso el racismo está
mostrando grandes condiciones para ser este detonante, ya que a las
protestas cada vez más generalizadas y que en cualquier momento pueden
ser violentas, se agrega una reacción exacerbada de las derechas que
genera fácilmente la espiral de violencia. La propia omnipotencia
represiva de las policías, que ataca a los ciudadanos (sobre todo los
más segregados y marginales) como si fueran enemigos de guerra (y
estamos hablando de un fenómeno que no se da solo en algunos lugares del
Sur, sino que aparece en todos los rincones de los EEUU) constituye un
elemento más que refuerza el cuadro de situación explosiva.
En definitiva, la barbarie
que campea por el mundo también se refleja en el centro del Imperio, los
cuatro jinetes parecen estar sueltos y solo nos queda a quienes creemos
en otro tipo de futuro para nuestros descendientes, seguir luchando día
a día para generar fuerzas capaces de impedir que la caída de un
sistema en decadencia nos arrastre a todos.
miguelguaglianone@gmail.com Tomado de http://barometrointernacional.bligoo.com.ve/miguel-guaglianone-el-racismo-siempre-esta-ahi
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