Por:Pablo Iglesias Turrión.
Ha ganado un fascista. Decirlo no es banalizar el fascismo. El fascismo no es un fenómeno exclusivamente italiano y alemán de los años 30; es una forma de construir lo político. Algunos politólogos españoles trataron de delimitar el fenómeno fuera de nuestras fronteras para evitar hablar de fascismo en España. En España sólo habrían sido fascistas los camisas viejas de la minúscula Falange joseantoniana. No es cierto. El fascismo en España se construyó con los materiales ideológicos disponibles para un proyecto de masas; el catolicismo más reaccionario. Lo que algunos llamaron nacional-catolicismo es la versión española del fascismo. Y fascismo ha habido en muchos países de Europa y de América con diferentes combinaciones discursivas de patrioterismo, xenofobia, reivindicación de un pasado nacional glorioso, religión, una fraseología anti-élites, chovinismo y ningún cuestionamiento de las relaciones de propiedad. Trump es un fascista viable en los EEUU; no hace el saludo romano ni luce esvásticas, pero ha sido apoyado explícitamente por fascistas inviables, desde el Ku Klux Klan hasta varias milicias armadas americanas.
Quienes llamen a lo de Trump populismo de
derechas tendrán razón ¿Hay una forma mejor de describir el fascismo
que como populismo de derechas? El populismo no es una ideología, ni un
paquete de políticas públicas, es una forma de construcción de lo
político desde un “afuera” que se expande en los momentos de crisis. Ese
afuera es el que ha movilizado a la white american working class
con Trump, del mismo modo que movilizó a la británica a favor del
Brexit. Ese desprecio aristocrático tan políticamente correcto por los rednecks americanos, por los chavs
británicos o por los badaloneses que hicieron alcalde a Albiol, revela
la miopía de cierto progresismo cosmopolita que sólo es paletismo
urbano.
Los populistas son outsiders y pueden ser
de derechas, de izquierdas, ultraliberales o proteccionistas. ¿Quiere
esto decir que los “extremos” se tocan o se parecen? En ningún caso. No
por repetido es menos ridículo ese argumento mediante el que un
extremista de centro se autoidentifica como el virtuoso término medio y
en un triple salto mortal dice que los puntos más lejanos a un lado y a
otro en realidad están cerca. Trump no está cerca de Sanders, está cerca
de las políticas migratorias de Bush y de la Unión Europea. Trump,
multimillonario, está cerca del mundo construido por los presidentes que
le precedieron, incluido Obama, que dejaron a la intemperie a las
clases populares americanas. Trump simplemente ha aprovechado el momento.
Y es que en realidad el populismo no
define las opciones políticas sino los momentos políticos. Hubo un
momento populista Berlusconi, un momento Putin, un momento Perón y
Estados Unidos acaba de vivir el momento Trump. Pero no es un momento
aislado. El colapso financiero de 2007 fue la antesala de la crisis de
buena parte de los sistemas políticos occidentales. No olvidemos que
esos sistemas, sustentados sobre la mejora de las expectativas de vida
de la clase trabajadora, el consumo de masas, la redistribución y los
derechos sociales, nacieron sobre el espíritu del antifascismo, en un
contexto geopolítico bipolar. Todo eso entró en crisis con Thatcher y
Reagan y se acabó definitivamente con la caída del muro de Berlín. Lo
que reveló la crisis financiera de 2007 fue un conjunto de verdades
económicas que, tarde o temprano, habrían de tener traducción política:
el empobrecimiento de los sectores medios y asalariados y el deterioro
de los servicios públicos y los derechos sociales. La traducción
política en EEUU se llama Trump, en Francia se llama Le Pen y en España,
gracias a la virgen que diría Esperanza Aguirre, se llama Podemos. ¿Nos
parecemos en algo? En nada, lo que se parecen son los momentos
políticos.
Lo importante de los momentos políticos
populistas es que desnudan la política de sus ropajes parlamentarios (y
de paso ponen de moda al Carl Schmitt de Chantal Mouffe incluso entre los politólogos mainstream).
Trump es eso: desnuda obscenidad que tenía enfrente a la candidata de
Wall Street. Qué distinto hubiera sido todo si Trump hubiera tenido
enfrente a alguien que, sin obscenidad fascista, hablara al pueblo
llamando a las cosas por su nombre. Ese rival existía y era Bernie
Sanders. Los populistas también pueden ser socialistas porque en
realidad el populismo sólo define los momentos y el momento de EEUU era
el de Trump y Sanders, no el de la candidata del establishment.
¿Hubo alguna vez un momento más populista que aquel en el que hace 99
años alguien dijo paz y pan? Lo que tiene similitudes, insisto, son los
momentos políticos, no las opciones políticas que los aprovechan.
Piensen ahora en España. Pregúntense cuál
ha sido el asunto político más importante de este año. Algunos dirían
que el bloqueo político. Pero tratemos de concretarlo. Juan Miguel
Villar Mir lo dijo bien claro: “lo importante de verdad es que Podemos
no esté en el Gobierno porque desajustaría la economía”.
La política cuando es de verdad es
descarnada, agonista, dura. Los matices, la cortesía, la mesura, las
formas palaciegas y la pulcritud aparecen a veces en los parlamentos y
en las recepciones pero si se habla de lo importante se acabaron las
buenas formas. No hay nada más elegante que la diplomacia pero todo el
que conozca las relaciones internacionales sabe que detrás de la
diplomacia hay divisiones acorazadas e inmensos poderes económicos. Por
eso lo de Trump es ya un acontecimiento geopolítico que transciende su
propio momento.
En estos días nosotros estamos saboreando
el amargo caramelo de lo que significa ser una oposición que es
realmente alternativa y que puede ganar. No tiene nada que ver con los
debates parlamentarios, por mucho que allí nos llamen gilipollas,
sinvergüenzas o nos acusen de trabajar para dictaduras. No se engañen,
al lado de Villar Mir, Rafa Hernando es un osito de peluche, su
obscenidad es cándida. En el Congreso, aunque el árbitro no sea
imparcial, al menos podemos hablar con libertad y darnos el gusto de
decir desde la tribuna verdades que casi nadie dijo antes.
Pero es mentira que el Congreso sea hoy
el escenario más importante de la política, como es mentira que en el
banco azul del Gobierno se sienten los hombres y mujeres más poderosos
del país. Lo decía el otro día Rubén Juste en su valiente artículo en Ctxt:
“hay un Estado paralelo y privado, o semiprivado, con un apellido
propio: sociedad anónima”. Juste señala el parlamento privado de ese
Estado en la sombra, compuesto por 417 consejeros entre los que solo hay
74 mujeres y señala también a sus ministros: los Villar Mir, los
Echenique Landiribar, los Isla… Dueños de Repsol, Telefónica, ACS,
Inditex, OHL, Santander, ex ejecutivos en Goldman Sachs, y dueños de
casi todo lo que los españoles pueden ver, oír y leer para informarse.
Esa sí es la política de verdad y la excepcionalidad del momento que
vivimos tiene que ver también con la desnudez de los dueños de la
opinión. Nunca como ahora el viejo proverbio según el cual perro no come
carne de perro había estado tan lejos de la realidad. Hemos viso al
dueño de un grupo mediático despedir y llevar a los tribunales a
periodistas por informar sobre él. Política de la verdad en estado puro.
La victoria de Trump nos deja una
importante lección, que tiene mucho que ver con nuestros debates
internos. El antídoto frente a los Trump, los Albiol, los Le Pen, el
antídoto frente al fascismo y el autoritarismo finaciero es la política
que interpela y organiza a la gente asumiendo al enemigo como lo que es.
Tiene muchos riesgos. Desata la ira de los poderosos y sus aparatos y
es mucho más áspera que la política parlamentaria. Tiene muchas
dificultades porque implica dotar de instrumentos de poder y
auto-organización a la sociedad civil y a los movimientos populares.
Tipos como Trump sólo pueden avanzar allí donde no hay trincheras de la
sociedad civil organizada, allí donde la anomia y la soledad de los
desposeídos imperan, allí donde puede enfrentar al penúltimo contra el
último.
Pero esa política que interpela y habla
claro, esa política que da instrumentos para la organización de lo
popular es la única que toca las conciencias y la única que puede ganar.
Fuente: http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/1091/trump-y-el-momento-populista/
Fuente: http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/1091/trump-y-el-momento-populista/
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