El gobierno 'kamikaze'
Por Ángel Ferrero de redacción de Sin Permiso
“La libertad tiene un precio”, dijo Barack Obama el pasado 26 de marzo en Bruselas. El primer
ministro interino de Ucrania, Arseni Yatseniuk, fue el encargado de pasar la factura en Kiev: el
gobierno despedirá a 24.000 funcionarios, introducirá impuestos al consumo de tabaco y alcohol
para incrementar la recaudación fiscal, aumentará los precios de la energía hasta un 40% (como
mínimo) y retirará subvenciones.
Éstas son algunas de las condiciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI) a Ucrania para que el país pueda recibir una ayuda de 19.000 millones de
euros y evitar la quiebra. Sobre la economía pesa ciertamente el lastre de la corrupción y la falta
de inversiones, y los recientes acontecimientos han contribuido a empeorarla, hundiendo la divisa
nacional, la grivna, en los mercados internacionales.
No sorprende que Yatseniuk –o “Yats”, como
lo llama el amigo americano– calificase a su gobierno de “kamikaze”. Esta administración, de una
legitimidad cuestionable (pues no ha sido sometida a ninguna votación), se encargará de aplicar
todas las mesuras de austeridad con la mayor celeridad posible. Dar marcha atrás, como han
tenido ocasión de comprobar tantos países donde el FMI ha aplicado su terapia de choque, será
bastante más complicado.
El gobierno ucraniano también ha firmado un acuerdo de cooperación
política con la Unión Europea. Habrá que esperar cuál es la respuesta a unas medidas
impopulares en una sociedad en tensión y que recientemente ha visto como unas protestas con
un elevado grado de organización terminaban con el gobierno de Víktor Yanukóvich. Aunque
quizá no haya que esperar tanto a verlo.
Los nazis útiles
Oleksandr Muzychko, miembro de la UNA-UNSO –una milicia fascista antirusa– y coordinador del
Sector Derecho, conocido entre los suyos como 'Sashko Billy', tuvo sin duda sus 15 minutos de
fama. No fueron ciertamente gloriosos: en una serie de videos que circularon profusamente en
Internet podía vérsele amenazando a políticos y funcionarios con toda impunidad, convirtiéndose
en la cara más antipática de las protestas. Muzychko juró públicamente combatir a “comunistas,
judíos y rusos mientras corra sangre por mis venas”.
El día llegó el pasado 24 de marzo, cuando
Muzychko murió abatido por la policía después de un infructuoso intento de detención. Según la
versión oficial, los agentes respondieron a los disparos de Muzychko mientras éste intentaba
escapar del operativo oficial. En las redes sociales corre el rumor de que incluso Dmitro Yarosh, el
líder del Sector Derecho, podría ser el siguiente.
Los “nazis útiles” que los neoliberales utilizaron como ariete contra el gobierno dejaron de ser
útiles. Mucho músculo, poco cerebro, dan una mala imagen ante los socios internacionales y, por
si fuera poco, saben demasiado sobre lo ocurrido estos últimos meses.
El partido ultra y
antisemita Svoboda, que controla cuatro ministerios, la fiscalía y la vicepresidencia, tampoco tiene
que estar muy contento con tener un competidor por la derecha. La alianza entre los neoliberales
y los neofascistas en el gobierno cuenta con buenas cartas en esta lucha, porque dispone de todo
el aparato represor del Estado y el apoyo internacional de Occidente. Muzychko, al fin y al cabo un
símbolo, ha sido la cabeza de caballo del gobierno en la cama de los ultras ucranianos. El ministro
interino de Interior, Arsen Avakov, ordenó el pasado 31 de marzo a la policía bloquear el hotel
Dnipro, improvisada sede de Sector Derecho, y arrestar a los sospechosos después de un
intercambio de disparos sucedido unas horas antes en la Plaza de la Independencia de Kiev. El mensaje es claro: o desaparecéis u os integráis o seréis eliminados
Los oligarcas que siempre estuvieron allí
Los oligarcas fueron, en buena medida, los responsables de lo sucedido en Ucrania. No sólo por la corrupción: sus intereses, pro-occidentales o pro-rusos, y sus respectivos temores a no poder competir con las multinacionales europeas o los oligarcas rusos y ser finalmente absorvidos si se producía una integración en uno u otro sentido, paralizaron durante años la vida económica del país.
El sustrato popular de las protestas procedía sin duda de este malestar.
No obstante, en las últimas semanas hemos visto como Petro Poroshenko, alias 'Chocolate King'–Poroshenko es el propietario del grupo Roshen, dedicado a la confitería–, encabeza las encuestas de intención de voto para las próximas elecciones de mayo. Poroshenko, que había sido ministro de Comercio con Yanukóvich y ministro de Exteriores con Timoschenko, también es
el propietario del Canal 5 de televisión, que dio una amplia cobertura a las protestas. En segundo lugar encontramos a Yúlia Timoshenko.
La ex-primera ministra ucraniana ya ha anunciado su candidatura a las elecciones presidenciales. En Alemania –donde, por cierto, Timoshenko, recibe tratamiento médico–, el portavoz del grupo parlamentario de La Izquierda, Gregor Gysi, se
preguntaba no hace mucho por qué las autoridades europeas se limitaron a congelar los activos de los oligarcas más próximos a Yanukóvich y no, teniendo en cuenta su responsabilidad, de todos los oligarcas. Ahora los comicios se decidirán precisamente entre dos oligarcas, mientras Europa –cazada y vendida la piel del oso– mira hacia otro lado. ¿No luchaban los ucranianos por
mejorar sus condiciones de vida? Objetivo frustrado. ¿No luchaban por sacudirse de encima la odiada influencia de los oligarcas? Otro objetivo frustrado. Bienvenidos a Europa.
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