Por: Guillermo Segovia Mora
El libreto, que por momentos parece desarrollarse con éxito, dados los
intereses emparentados, por su evidente finalidad e incoherencias,
cojea. Puede que logre su cometido, pero no convencerá y al no tener
credibilidad ni legitimidad, más temprano que tarde, será la razón del
sacudón que se necesita para acabar el sainete en que ha convertido la
enclenque democracia colombiana. La elección de Gustavo Petro como
Alcalde Mayor de Bogotá sorprendió a la mafiocracia y el empresariado
neoliberal. Por primera vez, el poder del clientelismo y la corrupción
en la ciudad pierde sus anclajes institucionales y ve surgir una
alternativa ciudadana que puede cambiar el rumbo. De ahí la reacción
desesperada y brutal que busca ponerle fin con una opereta en tres
actos.
El
primero era obvio: construir el enemigo. Gracias a la masividad,
reiteración y manipulación de los medios comerciales, que como apéndice
de conglomerados económicos operan en la lógica de los intereses de sus
propietarios y de periodistas comisionistas, más no de la ética
informativa, se presenta al líder de la lucha anticorrupción, contra la
parapolítica y el paramilitarismo, como autoritario, inepto y
desubicado. Y se minimiza y ridiculiza su gestión. Miserable que al
compromiso más serio de construcción del Metro se le compare con las
cortinas de humo del pasado y repugnante que, desde el editorial de un
periódico de propiedad de un poderoso constructor y financiador de
vivienda, se cuestione la propuesta de ordenamiento territorial. Con tal
descarga no hay
reputación que aguante, pero Petro hace honor a su apellido.
Entonces
aparece en escena el actor aparentemente contundente. Ungido por sus
disciplinados, en contraprestaciones impúdicas de protocolos y
prebendas, el Procurador General de la Nación se convirtió en
supra-poder intocable, ya que es ingenuo pensar que la Corte Suprema de
Justicia, el Consejo de Estado o el Congreso de la República -todos
socios en el torcido que fue su reelección, ante la que el Gobierno
Santos pasó de agache- activen sus funciones para disciplinar o encausar
al señor Ordoñez por la inconstitucionalidad aberrante y la
arbitrariedad en sus tendenciosas decisiones en el ejercicio de un
ministerio público ideologizado, beato, decadente y parcializado, una
magistratura anticonstitucional y medieval y adversa a una solución
política del conflicto armado,
que urge la movilización nacional de desobediencia civil y de exigencia
de su renuncia por el poder constituyente y soberano. Es la tabla de
salvación del establecimiento para sacudirse de esos experimentos
incómodos que pone a andar la colombianidad inconforme, distinta y
diversa. De sus anatemas sobre maleables formalidades pende el mandato
popular de Petro.
El
segundo acto es obra de mañosos: “empapelarlo”, matarle los alfiles -la
sanción disciplinaria contra Guillermo Asprilla contraria a sentencia
judicial absolutoria-, y estrecharle el cerco para mantenerlo ocupado,
distraído y, creen, desesperado. Paralizar la ejecución de los proyectos
contemplados en el Plan de Desarrollo Bogotá Humana, la propuesta más
social, coherente, ambiciosa y futurista puesta en marcha en la ciudad
en su historia. Acostumbrado a dar la cara y a los desafíos, Petro no se
queda quieto. Por el contario, ante la desesperante modorra de la
burocracia inerte, en un gran porcentaje intencionada; el cinismo de los
negociantes particulares, el oportunismo de los grupos desheredados del
poder y la indiferencia de una población adormecida por la
politiquería, mueve su tropa y el plan marcha. En la primera batalla,
desprivatizó la recolección de basura, explotada sin rubor por
negociantes de mala reputación; concreta un trabajo digno para los
recicladores y da el paso para un manejo productivo y ambiental de los
residuos.
Un
operativo de esa magnitud, tenía el riesgo de confrontarse con las
formas, las super y las ías, garantes de la “libre competencia” (el
manejo privado del servicio). En lo de las basuras, la moneda está en
manos de Ordoñez. Con cara, Petro puede ser sancionado (¿o destituido?)
por constreñir el mercado o por como hizo las cosas para garantizar un
servicio público. Con sello, lo habría sancionado por no hacerlas y por
el incumplimiento de la orden de la Corte de garantizar trabajo digno a
los recicladores, argumentado en demandas hipócritas. De nada valdrá,
que la Contraloría General haya comprobado irregularidades de los
privados y conceptuado que los equipos por ser de la ciudad le deberían
ser devueltos, como lo acaba de corroborar la justicia, noticia que se
calló o minimizó en los medios. Si no es en esa causa, en cualquiera
otra de las cientos que cursan en la Procuraduría, y otras instancias de
vigilancia y control, por ñaos cegas ante la corrupción, se buscará
neutralizar el plan petrista. Ojalá Santa Laura los ilumine.
El
tercer acto es una maroma oportunista: Un congresista de desempeño gris
y sangre azul, espoleado por los intereses golpeados y bien financiado,
promueve la revocatoria de mandato a un alcalde que está cumpliendo su
programa, por lo que la refuerza con la etérea causal de “insatisfacción
generalizada”, de una opinión que cambia con el clima. Pero su aparente
satisfacción, por haber triplicado el número de apoyos solicitado por
la ley, trocó en preocupación, con las últimas actuaciones del Gobierno
Petro, las irregularidades (ingenuas,técnicas y deliberadas) de la
recolección de firmas -ya aceptó rebajarse 200 de 600 mil y hasta la del
Alcalde está duplicada y falsificada -, y las dudas sobre el origen de
los recursos. Con todo, si quedara en pie el mínimo
requerido para convocar elecciones, lo que obligaría a abrir campaña,
y, si, además, se lograra llevar a las urnas al 55% de quienes votaron
en la elección anterior, aún con el apoyo parcializado de algunos medios
por la revocatoria, la opción democrática es que se imponga un ¡NO!
refrendatorio.
La
farsa tiene previsto un final truculento: Un Alcalde desprestigiado,
sancionado y revocado. Su muerte política y, en caso de destitución,
nuevas elecciones y en grave riesgo la propuesta progresista. De no
cumplirse en su totalidad, es evidente que afectará la hoja de ruta de
la administración en aras de lograr gobernabilidad. Entre los colmillos
de las investigaciones disciplinarias y los acuerdos obligados con el
Concejo para generar gobernabilidad -por los que clamaron los medios y
analistas y ahora cuestionan- , darle músculo al plan de desarrollo y
posibilitar el de ordenamiento (con valorización y cupo de endeudamiento
de por medio), Bogotá Humana recibirá una dentellada. Mensaje
desafortunado para las negociones entre el Gobierno y las Farc en La
Habana. Una
institucionalidad enjalmada mantendrá a las fuerzas alternativas en el
eterno papel de oposición. Santos sabe que la paz de Colombia pasa por
Bogotá. Eso en algo ayuda.
Ante
la ciudad decadente del frentenacionalismo, que incubó y lucró de los
carruseles de hoy, dos gobiernos del Polo continuistas en el modelo
económico con algún acento asistencialista, en el último de los cuales,
los Moreno ampliaron la estructura criminal, recostados en una izquierda
complaciente -¡pido perdón por ese voto!, llegó Petro y mandó parar.
Metió a la capital en los debates y las decisiones fundamentales de la
humanidad en la era de la globalización y el altermundismo. El desastre
neoliberal evidenció que el problema no estaba en la ineficiencia per se
del Estado, cuyo debilitamiento facilitó la expansión de la corrupción,
y que el mercado jamás será socialmente justiciero, aunque el credo se
siga a pie juntillas en las instancias nacionales y los
opinadores de derecha. El discurso y la acción de la retoma de lo
público como patrimonio de todos, en el nauseabundo actual estado de
cosas nacional, es una ruptura tracendental. Apuntala la visión de
equidad del plan de desarrollo y la propuesta de ordenamiento
territorial, democratizando el uso del suelo,los recursos y el ejercicio
del poder en la ciudad. Es revolucionaria una administración al lado de
las víctimas, de los pobres, de los marginados, de los más vulnerables,
de la diversidad, de la diferencia, de los demás seres vivos y de la
naturaleza.
Intervenir
el Bronx, ofrecer alternativas a la indigencia y poner en jaque la
peligrosa estructura criminal del microtráfico. Gobernar para la niñez
como el principal potencial de la sociedad. Recuperar el carácter social
y público de la educación y la salud. Potenciar el acceso a tecnologías
y conocimientos para todos.
Considerar
el agua factor vital y atender las amenazas del cambio climático. Bajar
las tasas de mortalidad más allá de los índices previsibles. Lograr no
sólo aminorar la pobreza, sino reducir en algo la desigualdad. Hacer
democracia con la gente en las calles y cultura política desde Canal
Capital. Politizar una sociedad por sus derechos -a lo que mezquinamente
llaman lucha de clases. Son éxitos de esa audacia a la que le temen y
que a la que le temen y que con armas innobles atacan los parásitos y el
statu quo de la ciudad. Pero una Bogotá distinta es posible.
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